lunes, 19 de abril de 2010

(Primer diamante) Meditando sobre si soy sensible, escribí:

Nací creyendo que lo más importante en la vida era llegar a responder los grandes interrogantes que siempre se ha hecho el ser humano. ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué hay después de la muerte?... Hasta que me llegó una etapa que quizá se correspondía con la infancia que nunca tuve, donde todo lo que me importaba distaba de ser trascendental. Donde lo más importante para mi eran los pequeños detalles. Ví a Amelie meter la mano en un saco de lentejas, daba un valor desmesurado a cosas como sonrisas, besos, juegos... mi máxima era el Carpe Diem y mi película favorita "El Club de los Poetas Muertos".

Cuando el último de los pájaros de mi cabeza voló, se me planteó un debate: ¿qué debe primar en mi: las grandes y trascendentales preguntas filosóficas de la historia, o los pequeños detalles del día a día? ¿Qué es más importante: hallar el Santo Grial de la humanidad o ser feliz? Una vez oí decir que hay dos modos de ser feliz: ser tonto o hacérselo. ¿Merece la pena pagar ese precio por algo que quizá hayamos sobrevalorado?

¿Es ser feliz uno de los pequeños placeres de la vida o una de las grandes filosofías de la histoira?

Ahora mismo no me interesan los grandes interrogantes ni los pequeños detalles. Me siento más superficial que todo eso. Quizá solo me interesen los grandes detalles y los pequeños interrogantes. Lo de ser feliz... se lo dejo a aquellos que sepan valorarlo. Yo lo desaprovecharía en cualquier cama.