Hoy hace ya diez días que volví de Túnez. Creo que aún no lo he asimilado todo. Mi empeño en disfrutar de los viajes a través de mis ojos, y no de un objetivo, me pasa factura y ahora no tengo una sola foto que contemplar para escribir esto. Pero ocho personas y siete cámaras dan para muchas imágenes. Haré, como siempre, una mendicidad de fotografías entre mis compañeros de viaje. Para que luego digan que no soy egoísta.
Del viaje… qué decir. Más de 2000 kilómetros en 4x4 durante ocho días por un país desértico dan para mucho. Me he resignado a ser incapaz de recordar todo lo que vi. Como en otras ocasiones, me quedo con la esencia del viaje. Y con la compañía, por supuesto. Además de esto, alguna palabra árabe, una conversación nocturna, un par de juegos de magia (por supuesto), un señor beduino (quiero pensar que lo es) que rescató mis gafas perdidas del absoluto desierto después de una noche, y un pañuelo que, esté donde esté, ahora significa más que nunca.
Y los millones de detalles – sumamente importantes – que ya nunca recordaré; y los que volverán a mi cabeza cuando menos me lo espere. Y por si hay alguna madre, o abuela, que lee esto, tranquilas, comimos mucho, y bien. Ahora, “robaré” alguna foto que pueda acompañar a este texto y lo subiré. Y todo esto en un momento de mi vida – por qué no decirlo, es mi blog – en el que haga lo que haga, me toca sufrir.
Muy buena sinopsis del viaje,aunque al final del texto queda un gusto amargo. Espero que eso cambie, aunque sea un poquito.
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