Al final, la segunda entrada también se hace esperar. No puedo decir que me sorprenda, en el fondo sabía, cuando empecé el blog, que le iba a hacer poco caso. Para colmo, son épocas de exámenes, trabajos, y “poco tiempo” en general. Pero como no quiero buscar escusas, y en poco más de una semana viajaré a Túnez, no puedo evitar recordar el último viaje que hice en la misma compañía. Así que rescato de algún lugar de mi ordenador las impresiones que recogí de aquel viaje y espero escribir cosas nuevas a la vuelta de éste:
Carpio, 4 de febrero de 2008
Es complicado hacer un balance de un viaje que me ha aportado tanto en todos los sentidos. Ha sido la primera vez que he salido de España y no lo habría podido hacer de mejor manera. Praga, Viena, Budapest… he vuelto a ser el niño que se dejaba impresionar por casi todo. Desde ahora, estas tres ciudades ya ocupan un lugar en mi corazón (sin quitarle el sitio a nadie). Cuando intento hablar de alguna de ellas, cuando intento describir situaciones, lugares, sentimientos… las palabras se agolpan en mi lengua, tropiezan unas con otras formando un barullo sintáctico, impacientes por salir, y pasa lo mismo que cuando intento cantar: en mi cabeza suena infinitamente mejor.
Esto ocurre cuando la emoción me permite recordar lugares y anécdotas, que es la menor parte del tiempo. Normalmente, el viaje funciona como una droga que embriaga mi mente introduciéndome en una euforia momentánea que produce un bienestar que no da lugar a razones, y no logro emitir más que algún balbuceo.
Pero no culpo de ello solamente a las ciudades. La compañía aportó una chispa que multiplicó la magia de aquellos lugares por un número que no sabría calcular. Surgió una afinidad que me sorprendió muy gratamente con personas con las que solo compartía una relación de compañeros, y se ratificaron las ya existentes de un modo aplastante.
Puede que el tiempo me haga olvidar algún rinconcito, algún chiste, algún olor, puede que incluso alguna cara; pero por todo esto, y por otras cosas, serán necesarios muchos momentos en la mejor compañía, en los mejores lugares; muchos, pero que muchos años felices, para olvidar que esa semana dichosa, de una forma muy sutil, ha cambiado mi vida.
Es complicado hacer un balance de un viaje que me ha aportado tanto en todos los sentidos. Ha sido la primera vez que he salido de España y no lo habría podido hacer de mejor manera. Praga, Viena, Budapest… he vuelto a ser el niño que se dejaba impresionar por casi todo. Desde ahora, estas tres ciudades ya ocupan un lugar en mi corazón (sin quitarle el sitio a nadie). Cuando intento hablar de alguna de ellas, cuando intento describir situaciones, lugares, sentimientos… las palabras se agolpan en mi lengua, tropiezan unas con otras formando un barullo sintáctico, impacientes por salir, y pasa lo mismo que cuando intento cantar: en mi cabeza suena infinitamente mejor.
Esto ocurre cuando la emoción me permite recordar lugares y anécdotas, que es la menor parte del tiempo. Normalmente, el viaje funciona como una droga que embriaga mi mente introduciéndome en una euforia momentánea que produce un bienestar que no da lugar a razones, y no logro emitir más que algún balbuceo.
Pero no culpo de ello solamente a las ciudades. La compañía aportó una chispa que multiplicó la magia de aquellos lugares por un número que no sabría calcular. Surgió una afinidad que me sorprendió muy gratamente con personas con las que solo compartía una relación de compañeros, y se ratificaron las ya existentes de un modo aplastante.
Puede que el tiempo me haga olvidar algún rinconcito, algún chiste, algún olor, puede que incluso alguna cara; pero por todo esto, y por otras cosas, serán necesarios muchos momentos en la mejor compañía, en los mejores lugares; muchos, pero que muchos años felices, para olvidar que esa semana dichosa, de una forma muy sutil, ha cambiado mi vida.
Espero y deseo que Túnez sea otro viaje inolvidable, por la compañía , los paisajes y los walkie talkieeeeeee jiju.
ResponderEliminar(Que don de palabra tiene este muchacho)
y el resto del texto?
ResponderEliminarSeguro que Túnez será inolvidable, Alba. Con vosotros no puede no serlo. Marta, el resto del texto... sigue en algún rincón de mi ordenador.
ResponderEliminarpues imprimelo, y metelo en tu caja de hojalata junto a la baraja invisible, el bote de esencia de abrazos, y los sueños que te cuento
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