domingo, 14 de agosto de 2011

Primer diamante: en las fiestas de los pueblos las neuronas siempre están de vacaciones.

Hace ya dos años, exactamente dos años, escribí un texto sobre las fiestas de los pueblos en verano. Siempre me han incomodado, siempre me han parecido desmesuradas en comparación al motivo que las impulsa y, sobre todo, al bien que ejercen. Creo que la satisfacción personal que generan en la mayoría de las personas es mayor en expectativas que en resultados. Pero siempre vuelven a generar esa expectativa.

Son intocables, casi nadie es capaz de renunciar a ellas, no por gusto, sino por un extraño miedo a perderte las fiestas, algo por definición divertido, cuyo magnetismo está aislado de la verdadera diversión que puedas llegar a experimentar.

Desde el 2009 hasta hoy, yo he cambiado, así como mis circunstancias. Si tuviese que volver a escribir un texto como éste, probablemente sería muy distinto. Pero en la síntesis del mensaje sigo estando muy de acuerdo. Hoy lo rescato movido por experiencias personales actuales y por ser víctima pasiva de las fiestas. (Va con segundas, y terceras). Lo transcribo aquí, casi literalmente:

“España es un bar”. Fiestas patronales.
Por norma general, no me gusta reconocer que la cultura en España se reduce al alcohol y los toros, pero en estas fechas de fiestas patronales (especialmente en pueblos pequeños), me tengo que rendir a la evidencia.


Soy el primero en defender mi cultura y mis raíces cuando oigo a alguien pronunciar la manida frase “España es un bar”. Lo siento pero no. El museo del Prado no es un bar, la Alhambra no es un bar, la Sagrada Familia no es un bar, y las Ventas… bueno, las Ventas debería ser un bar. Y es que no es justo que cuando sales a otros países y dices que eres español lo primero que escuchas en un acento castellano horrible es: “Toros, Raúl, olé”. No voy a negar que estas cosas nos pertenezcan. Nos pertenecen a pesar de que, aunque no me considero anti taurino, llamar espectáculo, arte o cultura a la tortura y mofa de un animal me parece antinatural. Y sobre todo irracional. A diferencia de los anti taurinos, yo considero que el gran perjudicado en el mundo del toreo no es el toro, sino el ser humano. Su inteligencia. Tampoco soy defensor de los animales, de hecho, no me gustan los animales. Ni tengo ni quiero mascotas. La única especie que me interesa es la humana, pero considerar arte al asesinato de un animal me parece un paso atrás en nuestra evolución. Me gustaría saber qué pensarán las miles de personas que acuden asiduamente a las plazas de toros y jalean cuando el torero mata al animal sobre la “instalación” que un “artista” hizo no hace mucho consistente en atar a un perro con una correa y dejarlo morir de hambre.

Pero a pesar de esto, sí, los toros son parte de nuestra historia (lo cual no significa que sea para estar orgulloso de ello. También las matanzas y violaciones de los indígenas americanos forman parte de nuestra historia). Pero no es lo único que hay en España. Y los bares y la fiesta no debería ser nuestro principal reclamo de cara al extranjero. Y que quede claro que no tengo nada en contra de los bares. En los bares las croquetas saben mejor que en casa, las cervezas están más frías que en casa y las victorias al mus son infinitamente más gratificantes que en casa. Además, en un bar también se puede hablar de arte, de filosofía, de economía… Que en España haya bares es bueno. Muy bueno. Pero que SOLO haya bares no estaría bien. Y dar la imagen de que SOLO hay bares no es una buena idea.

También he de decir que de las discotecas no tengo la misma opinión. En las discotecas no se comen croquetas, no se juega al mus, no se puede hablar de… nada. Lo único que puedes hacer es beber cerveza y, llamadme paranoico, pero para mí que no están tan frías como en los bares. También dicen que se puede bailar: mentira. A veces, si no hay mucha gente, te puedes mover, pero bailar y moverse son cosas distintas. Dicen que se puede hablar: mentira. Se puede gritar al oído, por lo que solo puedes comunicarte con una persona al mismo tiempo.

Y con este panorama, se crea una sociedad como la española, con una jerarquía de valores, en el mejor de los casos, desordenada. Un pueblo como el mío, Carpio, en Valladolid, con más de mil habitantes, se puede permitir el lujo de gastarse todos los años una barbaridad de dinero (no sé cuánto) en festejos taurinos para las fiestas patronales mientras no cuenta con una biblioteca pública. Cinco días de fiesta y unos diez festejos taurinos. Eso significa mucho dinero. Alquilar la plaza, permisos, comprar los toros… y luego no nos conformamos con eso. Pagamos a toreros, rejoneadores, para que nos “deleiten” con sus corridas, luego un concurso de cortes donde se dan cuantiosos premios económicos a los ganadores… Nos gusta todo. Encierros tradicionales, encierros camperos, toro del alba, vaquilla del aguardiente, toro “embolao”, grand prix (sea lo que sea)… todo nos vale. Y mientras, no podemos consultar una enciclopedia en el almacén al que llaman biblioteca. Los que son algo mayores que yo solo recuerdan un año en el que el ayuntamiento decidió que no habría toros en las fiestas. Fue el año en el que algunos indignados quemaron el ayuntamiento. Tal es la desmesura de la importancia de las fiestas.

Pero por desgracia mi pueblo no es el único. Cientos, miles de pueblos celebran sus fiestas patronales a lo largo del verano. Los toros no están en todas, pero el alcohol desborda por todos los lados. Hoy es 15 de agosto. Nuestra señora de la Asunción y San Roque. Esta noche miles de personas se emborracharán en su honor. Estoy convencido de que menos de la mitad de todas esas personas sienten algún tipo de devoción por San Roque o por Nuestra Señora. Pero se convierten en una maravillosa excusa.

No quiero decir que esté mal salir de fiesta, no quiero decir que esté mal beber alcohol en ciertas ocasiones, ni que esté mal divertirse de ese modo. Lo que reivindico es que anteponer estas cosas a… casi todo, es absurdo. Este es el desorden de nuestra jerarquía de valores del que hablaba. Las fiestas son las fiestas. Y ya nada más importa, hasta que se acaben. Pero lo que es peor es que no es la fiesta lo que realmente importa, sino la celebración. La fiesta solo es la excusa para celebrar. Pero no está mal salir, celebrar, beber… no tiene por qué estar mal. Soy capaz de comprender y respetar estas posturas. Pero, sinceramente, estoy cansado, muy cansado de que nadie respete las mías.

¿Por qué no es normal que no esté en las fiestas de mi pueblo? No me gustan los toros, no me gusta el alcohol, no me gustan los borrachos, ni la música que se escucha en las discotecas. ¿Qué pinto yo en unas fiestas donde predomina todo esto? No solo predomina esto, es que no hay más que esto. ¿Por qué me convierte eso en raro? ¿Hay que ser como todo el mundo para ser normal? ¿Tengo que vestir como todos, hablar como todos, peinarme como todos? ¿Y qué pasará cuando en unos años el 90% de los jóvenes se droguen? ¿Habrá que drogarse para ser normal? ¿Los que no se droguen serán raros? Y no estoy exagerando, ya que a mí me llaman raro porque no salgo de fiesta como el 90% de los jóvenes. Eso me convierte en una persona que no es normal. ¿Acaso ser normal significa ser como la mayoría? En ese caso, yo no quiero ser normal. Si las cosas funcionan así yo quiero ser raro. Y también quiero vivir en un pueblo raro, donde haya bibliotecas, actividades culturales, un instituto donde estudiar, al menos, la educación obligatoria, y no tener que salir a otros municipios a estudiar algo que has de estudiar. En fin, todas estas cosas tan raras. Y no me importará que el pueblo no sea normal, es decir, que en las fiestas patronales el mundo no se detenga, las calles se cortan porque tienen que pasar los toros, la música por la noche suena a todo volumen, y no importa que tengas que madrugar porque… ¡son fiestas! Yo quiero ser raro, y como tal, vivir en un mundo raro. Mi caja de zapatos, mi ansiada caja de zapatos, donde entrarán todas las cosas que ya nadie quiere. Todas esas cosas tan raras como el arte, la cultura… en fin, las cosas que no tienen cabida en este mundo “normal”. En esta España “normal”.

1 comentario:

  1. -Sólo algo que comentar:
    Las cosas no cambian y las personas tampoco. Simplemente centra tus espectactivas y olvídate de las del resto.
    Y Punto pelota.

    (sigo pensando después de los años que es una buena reflexión y nunca pasa de moda).

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